LECCIONES DE QUIETUD
La quietud. El Amor. Valor. Fuerza y profundidad son virtudes del
alma. Virtudes que anhelamos sentir. ¿Por qué?. Porque en cada
célula de nuestro ser hay un deseo de realización. Y la realización
culmina el ciclo de la Vida. Entonces regresamos al Origen. ¿Cuál
es el origen?. Lao Tse nos dice en un bello poema que la vuelta al
origen de todas las cosas se produce en el Silencio. El Silencio es
el comienzo de toda vida.
Sería maravilloso descubrir que, a pesar de, que tenemos que
regresar al origen, paradójicamente, nunca nos hemos apartado del
mismo. Y a pesar de que buscamos febrilmente la quietud, la esencia
tranquila de nuestro ser está en el lugar de siempre. El seno del
Tao, que es la Madre de todo cuanto existe. Y aún sería más
maravilloso darnos cuenta de que eso que tememos tanto, la muerte
física, es el lugar de donde nacimos, y que nada, absolutamente
nada está fuera de lugar, se ha terminado o es inalcanzable.
¡Ah!. Pero los sentidos nos engañan. Se han preparado para la
carrera de la Vida. Están aturdidos. Los oídos se agotan del ruido
incesante. La piel se desgasta del continuo roce. Los músculos se
agitan y se tensan al trabajar, ir, venir, buscar, encontrar, ganar
y perder: Y el que más se agota es un ser intangible pero
gigantesco, y que se revela como fuente de perturbación, ruido
interior, trepidación y desarmonía. Es lo que llamamos “mente
personal.” Y que alimentada por la afectividad, estimula
constantemente la estructura física, a veces sin darnos tiempo, de
nutrir el alma con la quietud y el descanso necesarios para no
perder la esencia del Ser profundo.
Si, de verdad creemos que el motivo real de nuestra existencia está
en marchar, en ir, adquirir, realizar, satisfacernos, ¿cómo no nos
vamos a sentir agotados y frustrados?. ¡Si el motivo de la
existencia es la existencia misma!. Por ello, vamos a tratar de
aprender a experimentar dicha quietud. Nos silenciamos para
escucharnos y nos paramos para reconocernos corporalmente.
PARAR PARA ESCUCHAR Y SENTIR. CONSCIENCIA PARA SER
¿Nadie se ha dado cuenta de que cuando queremos oir mejor un sonido lejano, nos quedamos muy quietos, con los ojos abiertos, la boca suelta , los oídos vueltos hacia la fuente del sonido hasta que conseguimos aislarlo?. También sucede que cuando caminamos sin intencionalidad, sin deseos, sin buscar objetos, éstos se nos revelan sorprendentes y diáfanos. Y llegamos a deleitarnos con una lagartija que asoma entre dos bloques de las aceras. Una flor que se abre camino a través del cemento. Un reflejo irisado del sol en una mancha de aceite. O un instrumento musical perdido entre pisadas y voces. Pájaros cantando encima de un geranio de la ventana más ruidosa. Aromas de comida casera elevándose hasta las nubes.
Necesitamos parar. Parar las imágenes y las voces interiores para poder orientar nuestro ser hacia el sonido profundo del alma. Esa quietud no es la ausencia del movimiento, sino la madre del mismo. El silencio no es la ausencia del sonido sino la madre el mismo. Y, ¿qué hay que hacer para percibir esa unidad e interdependencia?. Ser conscientes.
NOS AQUIETAMOS
Aunque parezca estéril decirlo, la necesidad de aquietarnos
proviene de nuestras fuerzas desarmonizadas y atascadas. Próximas
al agotamiento. Para disponernos a aquietarnos debemos desarrollar
una voluntad consciente, plena de tres virtudes. Amor (afecto a
nosotros mismos y la Vida). Inteligencia (Todos los sentidos e
intelecto al servicio de la actitud) y Energía (Fuerza de voluntad
desplegada que viene del corazón y no de la ansiedad)
Buscamos un lugar tranquilo y nos recogemos (estar con nosotros
mismos). Ambientación que invite a la quietud. Nos colocamos en una
postura adecuada. Es posible experimentar la quietud en plena
actividad, pero para aprender a sentirla es necesario buscar la
adecuada postura. A veces nos preguntan si es posible aquietarse
echado. Les contestamos que sí, pero existe el peligro de
adormecerse. El aquietamiento se puede practicar sentado o echado
sobre la espalda, pero hay que guardar una consciencia absoluta
sobre lo que sucede dentro y fuera del Ser. Los piés enraizados en
la tierra. La columna bien alineada. Extremidades y rostro
relajados. Y al principio la consciencia dirigida sobre todo al
vientre. El contacto de las manos ayuda a intensificara el
consciencia del ciclo respiratorio.
Ahora escucharemos los sonidos
ambientales. Los pensamientos (comentarios interiores). Sentiremos
la piel. El contacto con el suelo. La extensión muscular. Su
tonicidad y relajación. Percibiremos la forma física del cuerpo.
Las fronteras sensoriales con el espacio. Y después dejaremos todo
esto en segundo lugar para centrarnos en la respiración. Tal como
se presente. Natural... Atendiendo a los cuatro tiempos.
Inspirar-pausa-espirar-pausa. Nada más. Sin juicios. Sin
comentarios. Apoyaremos afectivamente la experiencia buscando el
origen amoroso de nuestro deseo de quietud. Evitaremos preconcebir
o buscar sensaciones especiales. Todas, como se presenten, son
bienvenidas.
Nos aceptamos y amamos tal como nos
sentimos y permitimos que el Amor, la Inteligencia y la Energía
afloren desde lo más profundo hasta la superficie.
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