Clásicos de Dylan en edición española
—Juan B. Heinink
 
      Tras un tiempo sin distribución en España, CBS Records abrió una delegación en Madrid (Discos CBS SA) en 1970. Aparte de las novedades, se encontró con un inmenso fondo de catálogo inédito en el mercado español y sus directivos tuvieron que estudiar el modo de lanzarlo de forma selectiva. De Bob Dylan, comenzaron por publicar el primer "Greatest Hits", los álbumes más recientes ("Nashville Skyline" y "Self-Portrait") y, casi al mismo tiempo que en el resto de Europa, el nuevo "New Morning".
      Al principio CBS no tenía fábrica propia y, afortunadamente, contrataron los prensajes con la mejor compañía discográfica española de entonces: Fonogram (antecedente de Polygram), que utilizaba vinilo de alta calidad y contaba con una plantilla de operarios eficientes. Con respecto a las portadas seguían la política de rediseñarlas, de modo que la «versión española» tuviera una personalidad propia y reconocible, aunque estos rediseños consistían fundamentalmente en traducir al castellano el título del disco, poemas, notas y los títulos de las canciones, pero como las imprentas carecían de medios técnicos (sólo un par de estilos de letra para componer textos y otras limitaciones), el resultado de estas adaptaciones era a menudo de muy mal gusto.
      Entonces yo acababa de cumplir 21 años y montaba el sonido de un espacio musical de radio —conducido por Angel Mosterín— en Bilbao, donde dábamos a conocer los álbumes inéditos más relevantes del panorama internacional, por lo que las discográficas nos tenían en cierta consideración. La espantosa edición española de "New Morning", desvirtuado en varios aspectos por culpa de traductores incompetentes ("New Morning" se titulaba "Otra mañana", "Went to See the Gypsy" era "Fui a ver a la gitana" —por si alguien no lo recuerda: Gypsy=Elvis—, "If Not for You" se tradujo "Si no para ti" —en un castellano incomprensible), me empujó a escribir a la dirección de CBS una carta incendiaria que tuvo como resultado que solicitaran mi colaboración en lanzamientos futuros de su fondo de catálogo: Leonard Cohen, Donovan, Simon & Garfunkel y... Bob Dylan. Así, desde finales de 1970 hasta julio de 1971 —el servicio militar arruinó todas mis expectativas—, me vi envuelto en las ediciones españolas de los discos de Bob Dylan anteriores a "John Wesley Harding", para los que, al parecer, CBS tenía carta blanca de la Columbia americana en cuanto a la alteración de portadas e incluso de títulos, cosa que en el mercado francés, por ejemplo, venían practicando sin el menor recato ("The Times They Are A-Changin'" se tituló en Francia: "Mister Bob Dylan"!!!).
      El acuerdo se formalizó en un hotel de Burgos, donde Tomás Muñoz —director de CBS— nos invitó a una suculenta comida, a la que por mediación de Josemari Varona —representante de la compañía en la zona y organizador del encuentro—, logramos que se sumara un contacto mío de Villarcayo —el célebre Diego A. Manrique—, que también se incorporó a la aventura. Yo puse a disposición de la discográfica un cuaderno donde había recopilado a lo largo de los años las letras de todas las canciones de Dylan, varias de las cuales no figuraban en los song-books y tuve que sacarlas de oído con la ayuda de cuantos nativos, americanos o ingleses, caían en mis redes (recuerdo "I Shall Be Free No. 10" como una especialmente complicada). Por su parte, Diego, que a sus 20 años ya era un veterano explorador del universo musical de los sesenta, se ofreció a redactar o traducir lo que hiciera falta.
      Como yo quería respetar las líneas maestras de los diseños originales y me negué a que se tradujeran títulos de canciones o poemas, para lograr que tuvieran esa personalidad propia con que querían distinguir las ediciones españolas les propuse imprimir en fundas interiores las letras —en inglés— de las canciones —cosa que también solía hacerse en Francia— y remodelar algunas contraportadas (en "Bringing It All Back Home" cambié todas las fotos por otras, también de Daniel Kramer, pertenecientes a las sesiones de grabación del disco). El interlocutor en CBS para coordinar estas tareas se llamaba José Luis Gil, un tipo alto y con melena rubia que llevaba colgado del cuello un medallón que debía de pesar varios kilos. Mi preciado cuaderno con las letras de Dylan, que lo presté impecablemente mecanografiado y sin tachaduras —entonces no existían las fotocopias—, me lo devolverían años después, sucio, arrugado, destrozado por los operarios de la imprenta, quienes, a juzgar por el cúmulo de erratas y gazapos que cometieron, seguro que no tenían mucha idea de inglés.


      La portada americana de "Highway 61 Revisited" me parecía perfecta y mis únicos cambios consistieron en suprimir el cuadro inferior de la contraportada —los minutajes—, que la Columbia había abandonado ya en álbumes posteriores a 1966, y utilizar ese espacio para incorporar algunos datos. En "Another Side of Bob Dylan" hice sólo leves arreglos en la distribución de los textos que, no obstante, me llevaron horas de trabajo por culpa del sistema de pegar letter-press y, además, quedaron francamente mal; pedí que lo repitieran en imprenta, aunque fuera en tipo de letra más vulgar, pero no lo consideraron necesario. Para "Blonde On Blonde" quería recuperar el fotomontaje inicial que incluía un retrato de Claudia Cardinale, pero me avisaron de que eso no era posible (por lo visto, me estaba metiendo en terreno pantanoso). Las notas en castellano de "The Freewheelin' Bob Dylan" no eran más que un refrito, convenientemente puesto al día, elaborado por mí a base de combinar informaciones procedentes de diversas fuentes, pero aprovechando en gran medida el texto de Nat Hentoff reproducido en la edición original; por eso no llevan firma. En cuanto a "John Wesley Harding", el motivo por el que apenas se retocó es que —al igual que "Nashville Skyline"— se había publicado en España años atrás por Discophon (la anterior concesionaria del sello CBS) y como entonces sustituyeron el relato de Dylan sobre los tres reyes por un artículo biográfico en castellano, el modo menos malévolo de marcar diferencias con la edición precedente era ajustarse al diseño americano. Por cierto, quizá nadie sepa que Discophon sólo prensó 250 copias de "John Wesley Harding" para todo el mercado español y que, de ellas, 125 se vendieron en un comercio de Bilbao (la legendaria tienda de discos Vox), donde Miguel Gibert (el «Rolling») —que guarda en su memoria anécdotas increíbles— y yo (el «Dylan») metíamos más horas extras que una costurera china en un taller clandestino; así es que si alguien quiere encontrar copias de aquella rareza ya sabe por donde empezar a buscarlas.


      Tras importar desde la delegación británica matrices stereo/mono compatibles, los vinilos se fueron prensando y archivando en los almacenes para luego ir lanzándolos a la venta de forma escalonada: un álbum cada cuatro o cinco meses. El sonido de todos ellos sería excelente, hasta que años después hicieron nuevas tiradas con destino a las series Nice Price y fueron ya degenerando, tanto en nitidez como en gama de frecuencias. El primer "Bob Dylan" y "The Times They Are A-Changin'" quedaron temporalmente aparcados —resulta curioso que ahora, con las ediciones en «super audio CD», hayan sido precisamente éstos los dos álbumes clásicos excluidos del lote. "Blonde On Blonde" también se retrasó más de lo previsto, debido en este caso a que la censura quisiera suprimir por obscenas "I Want You" y "Just Like a Woman", cuando lo cierto es que cualquiera podía escucharlas pinchando el plenamente autorizado "Greatest Hits" —así de majaderos eran los censores franquistas.


      Durante la campaña de promoción de "Blonde On Blonde" se ofreció a los compradores un single de regalo, en cuya preparación trabajé con enorme entusiasmo, aunque mi esfuerzo no se vería recompensado, al menos hasta que supe su alta cotización en las subastas, algo que, sinceramente, ya presentía que iba a ocurrir. Todo comenzó cuando Gil, mientras charlaba conmigo un día, sintió curiosidad por saber cuántas canciones de Dylan, de las editadas oficialmente, quedarían descolgadas una vez publicados todos sus álbumes. Le dicté la lista al instante, y entre las alternativas que barajamos para sacarlas a la luz hubo una que empezó a cuajar desde el principio: un EP de tres canciones que recopilara "Positively 4th Street", "Can You Please Crawl Out Your Window?" y la version en concierto de "Just Like Tom Thumb's Blues", que en Inglaterra apareció en single como cara B de "I Want You". Contaba ya con fotos espléndidas para disfrutar de lo lindo diseñando la portada que siempre imaginé...
      Pasados los días, en una de mis visitas a los despachos de la Torre de Madrid, Gil va y me presenta por sorpresa una copia del EP recién prensado, aparentemente, tal cual lo habíamos previsto, pero al escucharlo descubro con estupor que, en lugar de "Just Like Tom Thumb's Blues", lo que suena es un "It Takes a Lot To Laugh, It Takes a Train To Cry" idéntico al del álbum "Highway 61 Revisited". Al parecer, la banda magnética remitida por los archivos Columbia de Nueva York no era la solicitada y nadie se había percatado del error —es una lástima que no hubieran enviado a cambio algún outtake inédito, tal como debió de ocurrir en Holanda cuando destaparon "If You Gotta Go, Go Now". Otro error del que no nos dimos cuenta hasta que la avería ya era irreparable fue que la cinta de "Can You Please Crawl Out Your Window?" venía grabada en pista única (mono-mix), de modo que al leerla una cabeza magnética stereo no sólo trasfirió al microsurco el mismo sonido por ambos canales sino que daría lugar a molestas distorsiones. Conviene señalar que, mientras para fabricar en España los álbumes —siempre que no se efectuaran variaciones— podían importarse las placas matriz, cuando se trataba de combinaciones especiales, previamente inexistentes, había que iniciar el proceso a partir de copias de cada master en banda magnética standard, y para ello no se disponía de tecnología punta —valga como muestra de esas carencias la edición monoaural que hizo Discophon de "Nashville Skyline", donde tan sólo se escucha una de las dos pistas de la mezcla stereo, quedando inaudible la mitad de la instrumentación.
      Pero volvamos al lío. ¿Qué fue de nuestro flamante EP? Pues que decidimos repetir el pedido a Nueva York y triturar los discos defectuosos, aunque me consta que alguna de aquellas copias sigue hoy navegando por las órbitas más excéntricas del coleccionismo. Y dado que al segundo intento sí que enviaron "Just Like Tom Thumb's Blues", pero en su versión habitual registrada en estudio, se optó por prensar un single con las dos canciones restantes, mas para mí ya sería demasiado tarde: al ser llamado al servicio militar perdí el control de la edición. En cuanto a la portada, pese a que lleva impreso mi —más o menos correcto— nombre al pie de unos párrafos en los que por fiarme de un artículo de la revista Rolling Stone metí la pata descaradamente, ni en el título —"Bob Dyland con The Band"—, ni en la elección de la foto —el concierto de Bob en el Festival de Wight—, ni en el diseño o la composición, tuve nada que ver. De hecho, cuando vi semejante engendro, me sentí tan avergonzado que tiré el disco a la basura... aunque más vergüenza da que Sony promueva antologías como "Masterpieces", "Biograph" o el "Essential" y siga sin incorporar al master de las mismas la preciosa stereo-mix de "Can You Please Crawl Out Your Window?", que muchos conocemos por obra y gracia del simpático que pirateó un acetato —siento decepcionar a quienes conservan aquel famoso single: si creyeron por un instante que poseían una joya, sepan que el stereo de la cara B es falso.


      La sequía creadora de Dylan en los primeros setenta animó a la CBS española a recuperar los dos álbumes que aún permanecían inéditos. Los avances de la tipografía mejoraron sensiblemente el aspecto de las fundas donde iban impresas las letras de las canciones, libres apenas de erratas. Mi último contacto con Gil sería para intentar convencerle de que el primer "Bob Dylan" jamás se tituló "A Bright New Name in Folk Music", como él aseguraba, pero no me hizo caso. No obstante, Diego me tuvo al corriente de cuanto sucedía en Madrid, redactó un excelente artículo original para "The Times They Are A-Changin'" en el que me permitió introducir retoques y, atendiendo mis sugerencias, tradujo los 11 epitafios con la intención de que los publicaran en bilingüe en una hoja interior de triple ancho, pero en el último instante, cuando la imprenta ya había procesado los textos —en algún lugar debo de guardar aún las galeradas—, decidieron prescindir de ellos. Llegados a este punto, una vez concluida la siembra, otros se encargarían de recoger la cosecha, porque para entonces yo ya estaba muy lejos de allí.
      Dudo que en la actualidad unos chavales aficionados como éramos nosotros, residentes para más señas en los confines de la periferia, pudieran colarse con tanta facilidad en el entramado creativo de una multinacional discográfica. Pero la verdad es que este sólo fue un episodio más de una larga historia cuyo origen habría que buscarlo mucho tiempo atrás, cuando un puñado de soñadores subyugados por un tipo de expresión musical que resultaba incomprensible y despreciable a juicio de la rancia mayoría absoluta, se atrevieron a construir en pleno imperio de la pachanga un oasis de modernidad en defensa del valor de lo perdurable sobre lo efímero, por mucho que eso levantara ampollas en el gremio de gurús del consumismo. Ahora que coleccionistas de medio mundo pagan cifras astronómicas por conseguir copia de nuestras chapucillas, oigo a Bob cantar aquello de «lost time is not found again» y luego pienso que, en cierto modo, a pesar de los pesares, «we were born in time».



      © 2003 by Juan B. Heinink


 
Quiero dedicar este artículo a Javi Melcón, Jesus Belmonte, Alberto Ipiña, José Ignacio Sánchez, Rosa Cobos, Luis Escauriaza, Javi Otxoa, Miguel Angel Serrano, Roberto Rodríguez, Fernando Marías, Alfredo Calleja, Sergio Fernández Barandiarán, Loli Hormaechea, Pedro Allende, Pedro Corral, Javier Gandiaga "Gandi", Sonia Echevarría, Juan Carlos Zorrilla, Javi Estrella, Carlos Zubiaga, Hans Heidenreich, Iñaki Egaña, Jose Ipiña, Willy Cortázar, Ana Ruiz, Cuno Cuetos, Carmelo Erekatxo, Pedro Olea, Javi Cano, Luis Areizaga, Iñaki Goiria, Julito Alegría, a los hermanos Fernández Villaverde (Txabi, Ana, Toté y Cris), a Lorenzo Santamaría y los Z-66, a la Country Blues Band, a los de Foto Arenas, al Zampa, a Sonsoles, a Denise, a la enigmática Ahnni y, por supuesto, a los protagonistas de esta historia, en especial al Moster, al Rolling y a Diego A-punto.