Citas de Khalil Gibran (Místico y poeta libanés. 1883 - 1931)
Sobre la tristeza... la alegría
Amar la vida desde el trabajo es intimar con el más
recóndito secreto de la vida.
Si revelas tus secretos al viento no le eches la culpa
al viento por revelárselos a los árboles.
La tristeza es un muro entre dos jardines.
La luz de las estrellas que se ha extinguido hace años
todavía nos alcanza. Igual que los hombres ilustres que
han muerto hace siglos, que nos alcanzan con las
radiaciones de su personalidad.
Para entender el corazón y la mente de una persona, nos
te fijes en lo que ha hecho, no te fijes en qué ha
logrado, sino en lo que aspira a hacer.
¿Donde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón
y no por los hábitos y los deseos?
Vuestra alegría es vuestra tristeza sin máscara.
Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que
no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños.
Del hablador he aprendido a callar, del intolerante a
ser indulgente y del malévolo a tratar a los demás con
amabilidad. Y por curioso que parezca, ,no siento
ninguna gratitud a esos maestros.
La fe es un oasis del corazón, que nunca será alcanzado
por la caravana del pensamiento.
Si tu corazón es un volcán, ¿cómo pretendes que broten
las flores?
Nuestras palabras no son más que migas que caen del
banquete de la mente.
Desheredados
No sé que ocurre con las
ciudades, que a medida que su importancia, su
"grandeur" crece, lo hace también el desfile de
desheredados, pobres, indigentes o "sin-techo" que
desfilan impenitentes, casi siempre por los mismos
lugares, casi siempre por las mismas calles, realizando
un recorrido de supervivencia. Y generalmente lo hacen
, aunque parezca raro, tratando de buscar su "sitio en
el mundo". Ese sitio es un banco, una esquina, la
puerta de un super, la puerta de una Iglesia. Antes era
más íntimo. Los pobres oficiales se paseaban por los
comercios de turno, mendigando con una sonrisa y un
mohín de humildad. Los comerciantes les entregaban sus
monedas como si fuera un talisman que fuera a propiciar
una venta maravillosa esa tarde o esa mañana. Y
llegando a un punto de complicidad, incluso se atrevían
a llevarte un recordatorio de la comunión de algún
hijo... y tú les dabas doble propina, confiando en que
de esa manera su hijillo tuviera oportunidad de acceder
más fácilmente al reloj de muñeca de turno, ya que
aunque los padres eran pobres, se suponían que el
vástago estaba destinado a mejorar la condición de sus
progenitores y que aunque ellos no necesitaban un reloj
de pulsera para mendigar, ellos sí, puesto que en un
futuro tendrían que entrar a formar parte de la rueda
de trabajos remunerados como el resto del personal.
Insisto... era muy íntimo. Cada Iglesia tenía
adjudicado su pobre correspondiente, puesto que me
imagino, defendían con uñas y carne. Oficio solitario
donde los haya. Salvandodo las diferencias, me recuerda
a las famosas carameleras de los cines, con sus
toquillas, tipo pescatera protegiéndoles de los fríos,
y defendiendo de igual manera su sitio encada sala de
exhibición cinematográfica. Estas no eran pobres, o se
suponía, pero era un oficio callejero que visto con
ojos de mayor parece miserable e ingrato, pero con los
ojos de un niño a punto de entrar a ver Peter Pan por
segunda vez, pués era un angel de la guarda,
pertrechado de pipas, chicles y demás guarradas. Yo, de
pequeña, tenía la impresión de que los pobres formaban
parte del "mobiliario urbano", como se les llama ahora
a ciertos elementos de uso general, como papeleras,
chirimbolos de anuncios, dispensadores de tickets de
ota, bancos, carteles de diversa índole... y demás.
Quiero decir....sin ofender que me resultaban
acogedores, y esto no es cinismo porque lo miro con los
ojos del recuerdo infantil. Para mí que no vivía en el
centro de Bilbao, ir al centro y observar a los pobres
en su oficio de tales, era como a ciertas horas
contemplar los uniformados barrenderos o al sereno.
Cuando ves a estas personas, que no son los viandantes
apresurados y tampoco los indolentes paseantes,sientes
que todo está en orden, que lo mejor de la ciudad está
en los vendedores de cupones de la Once. los vendedores
de periódicos callejeros, los castañeros, los empleados
del ayuntamiento y los pobres. Cumplen la función de
recordarnos que como decía René Guenón "Hay otros
mundos, pero están en en éste".
Lo que era interesante de los pobres de antaño era la
exclusividad. Eran pocos. No agobiaban. Se les podía
conocer hasta el nombre. Tenían un cierto aire
"berlangiano" confraternizando con los heredados. Luego
estaban los borrachos y demás, que la policia se
encargaba de barrer como escoria. En otras épocas, el
beber en las calles y el pasarse en público no era
tolerado como ahora.
Ha pasado un tiempo. Me
olvidé de los "pobres urbanos", que no es lo mismo que
"pobres urbanitas" que a ratos somos todos. Pero en mi
afición contemplar la vida desde la
ventana de mi casa. los he
vuelto a ver pasar. La señora que arrastraba su
increiblemente deformada espalda, con su sempiterno
equipaje, la cara mirando al suelo, la lluvia regando
su cuerpo . Siempre a la misma hora. Siempre
transportando su enorme hatillo que pudiera ser un
inmenso tumor , la casa de un caracol, o un apéndice
alimentario como el que poseen los camellos. Luego
estuvo durante bastante tiempo la "dama de los gatos".
Un señora de rasgos elegantes, porte altivo, casi
aristocrático, Pelo gris enrollado en un moño. Rostro
agotado por la mala vida. Se instalaba en la puerta de
un local y allí le acogían, le invitaban a desayunar. Y
su estampa te invitaba a preguntarle por su vida..
curiosidad morbosa por mi parte. Y me inventaba
historias novelescas sobre su persona... hasta que un
día en el que nuestro perro intentó amagar un pís en la
caja de su gato, y los insultos que me profirió,
desvelaron que la naturaleza de las personas es la
misma y que su supuesta nobleza no estaba reñida con la
mala leche que le entra a alguien que cree que es
pisoteado en lo que más ama. En aquel caso, su gatito.
Lección de humildad para mi.
De repente no se que ha pasado.... el "gaviotas", la
señora encorvada. El "loco de las fotocopias", la
señora de los gatos han desaparecido. "Nuestros" pobres
han "volado"y han sido sustituídos por personas que han
venido de fuera. Desheredados de verdad. Ya me
confundo. Han tomado el relevo a los "faroleros", o
vendedores de la farola a los que nunca cogías el
periódico de lo miserable que era. Cada super tiene
uno. Hombres jóvenes y no mal alimentados que
indolentemente te piden algo. Señoras que
lastimeramente te piden algo. Los "oficiales" siguen
recluídos en los portones de las pocas iglesias con
solvencia que quedan. S. Vicente. Agustinos. La
Residencia. Ahora están de dos en dos. Se juntan y
flanquean el portón. Las calles casi pisotean numerosos
pobres genuflexos, con cartel pegado a la nuca. Jóvenes
de aspecto fuerte y aire de marinero de Europa del
norte, que se han quedado varados y piden para comer o
para volver a su hogar. Y en ese marasmo desaparecieron
las carameleras, pero no las castañeras. Ahora son
millonarias. Las calles opulentas están salpicadas de
músicos urbanos, que no se si son pobres pero que me
dan cierta pena. O de enternecedores mimos , la mayor
parte de ellos disfrazados de asfalto gris, en donde
uno insistentemente mira para adivinar si es que la
acera se ha convertido en alma o es una persona que de
tanto esperar a que le atiendan se ha convertido en
acera. Ya no podemos saber el nombre de ninguno. NI sus
motes. Son tan poco personales algunos que ni mote les
pondríamos. Hago una excepción con Ana, una joven
señora rumana, que lleva cuatro o cinco años en la
puerta del super. Y es casi una institución en el.
Cuando falta dos días nos extrañamos. Habla y conversa
con muchas personas. Es educada. No le escuché jamás
pedir lastimeramente. Ayuda a las señoras con sus
bolsas. Cuida de los perritos, A veces del carrito del
bebé. Imagino que lo que cuenta es verdad. Quiero
creerlo. Lo creo. Y me da igual. Porque considero que
aunque ganara treinta euros en una jornada.... la vida
que lleva es de una desheredada. Y ahí en el fondo, eso
es lo que más tememos ser...
La picaresca del ser humano es muy predecible. Iglesias
y supermercados. "Millas de oro". ¿Quien va a negar
unas migajas de su opulenta mesa, reflejada en un
reventado carrito tamaño autobús.? ¿Qué beata de turno
que sale con el alma santificada de su misa y comunión
va a negar la caridad.?¿ Serán estos los verdaderos
pobres?. O más bien el humillado padre de familia que
no sabe cómo paga la hipoteca y el colegio de sus
hijos, ya que el tren de vida impuesto es bestial,
irreal, y esa humillación es una lacra psicológica que
le hace sentirte "apestado" ?. Lao Tse dice que la
paciencia conduce a la justicia. Los pobres son las
personas más pacientes que conozco. Quizás su premio
esté en tocar nuestra conciencia... en despertar
nuestra "culpa" compartida. Alguien tiene que
equilibrar la balanza... digo yo. Alguien tiene que
mostrar la miseria de la riqueza.
ROSA COBOS
ASTEGUIETA
Bilbao 2006