Desheredados


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No sé que ocurre con las ciudades, que a medida que su importancia, su "grandeur" crece, lo hace también el desfile de desheredados, pobres, indigentes o "sin-techo" que desfilan impenitentes, casi siempre por los mismos lugares, casi siempre por las mismas calles, realizando un recorrido de supervivencia. Y generalmente lo hacen , aunque parezca raro, tratando de buscar su "sitio en el mundo". Ese sitio es un banco, una esquina, la puerta de un super, la puerta de una Iglesia. Antes era más íntimo. Los pobres oficiales se paseaban por los comercios de turno, mendigando con una sonrisa y un mohín de humildad. Los comerciantes les entregaban sus monedas como si fuera un talisman que fuera a propiciar una venta maravillosa esa tarde o esa mañana. Y llegando a un punto de complicidad, incluso se atrevían a llevarte un recordatorio de la comunión de algún hijo... y tú les dabas doble propina, confiando en que de esa manera su hijillo tuviera oportunidad de acceder más fácilmente al reloj de muñeca de turno, ya que aunque los padres eran pobres, se suponían que el vástago estaba destinado a mejorar la condición de sus progenitores y que aunque ellos no necesitaban un reloj de pulsera para mendigar, ellos sí, puesto que en un futuro tendrían que entrar a formar parte de la rueda de trabajos remunerados como el resto del personal.

Insisto... era muy íntimo. Cada Iglesia tenía adjudicado su pobre correspondiente, puesto que me imagino, defendían con uñas y carne. Oficio solitario donde los haya. Salvandodo las diferencias, me recuerda a las famosas carameleras de los cines, con sus toquillas, tipo pescatera protegiéndoles de los fríos, y defendiendo de igual manera su sitio encada sala de exhibición cinematográfica. Estas no eran pobres, o se suponía, pero era un oficio callejero que visto con ojos de mayor parece miserable e ingrato, pero con los ojos de un niño a punto de entrar a ver Peter Pan por segunda vez, pués era un angel de la guarda, pertrechado de pipas, chicles y demás guarradas. Yo, de pequeña, tenía la impresión de que los pobres formaban parte del "mobiliario urbano", como se les llama ahora a ciertos elementos de uso general, como papeleras, chirimbolos de anuncios, dispensadores de tickets de ota, bancos, carteles de diversa índole... y demás. Quiero decir....sin ofender que me resultaban acogedores, y esto no es cinismo porque lo miro con los ojos del recuerdo infantil. Para mí que no vivía en el centro de Bilbao, ir al centro y observar a los pobres en su oficio de tales, era como a ciertas horas contemplar los uniformados barrenderos o al sereno. Cuando ves a estas personas, que no son los viandantes apresurados y tampoco los indolentes paseantes,sientes que todo está en orden, que lo mejor de la ciudad está en los vendedores de cupones de la Once. los vendedores de periódicos callejeros, los castañeros, los empleados del ayuntamiento y los pobres. Cumplen la función de recordarnos que como decía René Guenón "Hay otros mundos, pero están en en éste".

Lo que era interesante de los pobres de antaño era la exclusividad. Eran pocos. No agobiaban. Se les podía conocer hasta el nombre. Tenían un cierto aire "berlangiano" confraternizando con los heredados. Luego estaban los borrachos y demás, que la policia se encargaba de barrer como escoria. En otras épocas, el beber en las calles y el pasarse en público no era tolerado como ahora.


Ha pasado un tiempo. Me olvidé de los "pobres urbanos", que no es lo mismo que "pobres urbanitas" que a ratos somos todos. Pero en mi afición contemplar la vida desde la

ventana de mi casa. los he vuelto a ver pasar. La señora que arrastraba su increiblemente deformada espalda, con su sempiterno equipaje, la cara mirando al suelo, la lluvia regando su cuerpo . Siempre a la misma hora. Siempre transportando su enorme hatillo que pudiera ser un inmenso tumor , la casa de un caracol, o un apéndice alimentario como el que poseen los camellos. Luego estuvo durante bastante tiempo la "dama de los gatos". Un señora de rasgos elegantes, porte altivo, casi aristocrático, Pelo gris enrollado en un moño. Rostro agotado por la mala vida. Se instalaba en la puerta de un local y allí le acogían, le invitaban a desayunar. Y su estampa te invitaba a preguntarle por su vida.. curiosidad morbosa por mi parte. Y me inventaba historias novelescas sobre su persona... hasta que un día en el que nuestro perro intentó amagar un pís en la caja de su gato, y los insultos que me profirió, desvelaron que la naturaleza de las personas es la misma y que su supuesta nobleza no estaba reñida con la mala leche que le entra a alguien que cree que es pisoteado en lo que más ama. En aquel caso, su gatito. Lección de humildad para mi.

De repente no se que ha pasado.... el "gaviotas", la señora encorvada. El "loco de las fotocopias", la señora de los gatos han desaparecido. "Nuestros" pobres han "volado"y han sido sustituídos por personas que han venido de fuera. Desheredados de verdad. Ya me confundo. Han tomado el relevo a los "faroleros", o vendedores de la farola a los que nunca cogías el periódico de lo miserable que era. Cada super tiene uno. Hombres jóvenes y no mal alimentados que indolentemente te piden algo. Señoras que lastimeramente te piden algo. Los "oficiales" siguen recluídos en los portones de las pocas iglesias con solvencia que quedan. S. Vicente. Agustinos. La Residencia. Ahora están de dos en dos. Se juntan y flanquean el portón. Las calles casi pisotean numerosos pobres genuflexos, con cartel pegado a la nuca. Jóvenes de aspecto fuerte y aire de marinero de Europa del norte, que se han quedado varados y piden para comer o para volver a su hogar. Y en ese marasmo desaparecieron las carameleras, pero no las castañeras. Ahora son millonarias. Las calles opulentas están salpicadas de músicos urbanos, que no se si son pobres pero que me dan cierta pena. O de enternecedores mimos , la mayor parte de ellos disfrazados de asfalto gris, en donde uno insistentemente mira para adivinar si es que la acera se ha convertido en alma o es una persona que de tanto esperar a que le atiendan se ha convertido en acera. Ya no podemos saber el nombre de ninguno. NI sus motes. Son tan poco personales algunos que ni mote les pondríamos. Hago una excepción con Ana, una joven señora rumana, que lleva cuatro o cinco años en la puerta del super. Y es casi una institución en el. Cuando falta dos días nos extrañamos. Habla y conversa con muchas personas. Es educada. No le escuché jamás pedir lastimeramente. Ayuda a las señoras con sus bolsas. Cuida de los perritos, A veces del carrito del bebé. Imagino que lo que cuenta es verdad. Quiero creerlo. Lo creo. Y me da igual. Porque considero que aunque ganara treinta euros en una jornada.... la vida que lleva es de una desheredada. Y ahí en el fondo, eso es lo que más tememos ser...


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La picaresca del ser humano es muy predecible. Iglesias y supermercados. "Millas de oro". ¿Quien va a negar unas migajas de su opulenta mesa, reflejada en un reventado carrito tamaño autobús.? ¿Qué beata de turno que sale con el alma santificada de su misa y comunión va a negar la caridad.?¿ Serán estos los verdaderos pobres?. O más bien el humillado padre de familia que no sabe cómo paga la hipoteca y el colegio de sus hijos, ya que el tren de vida impuesto es bestial, irreal, y esa humillación es una lacra psicológica que le hace sentirte "apestado" ?. Lao Tse dice que la paciencia conduce a la justicia. Los pobres son las personas más pacientes que conozco. Quizás su premio esté en tocar nuestra conciencia... en despertar nuestra "culpa" compartida. Alguien tiene que equilibrar la balanza... digo yo. Alguien tiene que mostrar la miseria de la riqueza.

ROSA COBOS ASTEGUIETA
Bilbao 200
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